EL PAPEL DE LA MUJER COMO ARTISTA EN EL RENACIMIENTO Y EL BARROCO
Blog creado para dar a conocer la importancia de la mujer en el arte en las épocas del Renacimiento y el Barroco. La mayor parte de la historiografía hasta hace poco tiempo siempre destacó el papel del artista masculino, obviando el nombre de mujeres cuya formación y talento estaban a la par. Pero parece que esa situación está cambiando y ahora es el momento de aportar nuestro granito de arena, dando a conocer el trabajo de estas artistas.
lunes, 16 de mayo de 2016
Las mujeres que compitieron con los maestros del Renacimiento y del Barroco
Fuente: El imparcial
Las mujeres que compitieron con los maestros del Renacimiento y del Barroco
La mujer como creadora desde el siglo XVI al siglo XIX ha sido objeto esta semana de una conferencia en el Museo del Prado coincidiendo con la celebración del Día Internacional de la Mujer. La vida de estas artistas, marcada por “sonrisas y lágrimas”, según Teresa Sauret, encargada de impartir la charla, no ha sido objeto de estudio por parte de la historiografía hasta hace 20 años.
La mujer como creadora desde el siglo XVI al siglo XIX ha sido objeto esta semana de una conferencia en el Museo del Prado coincidiendo con la celebración del Día Internacional de la Mujer. La vida de estas artistas, marcada por “sonrisas y lágrimas”, según Teresa Sauret, directora del Museo del Patrimonio Municipal de Málaga y encargada de impartir la charla, no ha sido contemplada por la historiografía hasta hace 20 años.
Pese a que hay constancia de que Plutarco escribió sobre la similitud entre el arte firmado por hombres y mujeres, durante la Edad Media primó el silencio en este sentido “debido al anonimato artístico” que imperaba por entonces, según Sauret, quien añade que "hay que llegar hasta el siglo XVI para encontrar referencias directas sobre estas creadoras”, como la que hace Giorgio Vasari de Propercia di Rossi, escultora nacida en 1490, en su obra de referencia Vida de los arquitectos, pintores y escultores italianos.
A juicio de esta experta, el hecho de que el “99 por ciento de la bibliografía haya estado firmada por hombres” explica, en parte, que estas artistas hayan sido “silenciadas” frente a la “celebración de la masculinidad” y el reconocimiento a los grandes nombres como Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Rafael o Caravaggio.
Entre las pioneras de esta práctica artística figuran María Ornani, Antonia Uccello,Margarita van Eyck o Sor Bárbara Ragnoni. Destacaron, igualmente, Sofonisba Anguissola - en el siglo XVI-, Isabel Sirani -en el siglo XVII- y su contemporánea Artemisa Gentileschi, una de las artistas más prolíficas de su tiempo cuyos trabajos han gozado de especial trascendencia en la Historia del Arte, aunque no hayan sido reconocidas todas sus obras como propias hasta bien entrado el siglo XX. Uno de sus autorretratos, catalogado durante años como Alegoría de la pintura, no le fue atribuido hasta 1962; prueba de la tardanza que ha llevado el reconocimiento de la labor de una artista catalogada por la conferenciante como “revolucionaria para su tiempo”.
Sauret comenta que la actividad pictórica de cada una de estas creadoras debe entenderse desde cuatro premisas: la virtud, la subordinación, el adorno y la profesión. Santa Catalina Vigri, pintora del siglo XV, cuyas miniaturas “le valieron la santidad”, ya que tuvieron poderes milagrosos, le sirve de ejemplo a esta especialista para explicar la relación entre pintura y virtud. En el caso de la subordinación, explica que muchas de estas creadoras “eran hijas o esposas de artistas”. Antonia Uccello, hija de Paolo Uccello, o Margarita van Eyck, hija de Jan van Eyck, son sólo algunos ejemplos.
La posibilidad de aprender en los talleres de sus padres se tornó en desasosiego al ver mermado su mérito por haber estado vinculadas, precisamente, a sus progenitores. Tal fue el caso de Marietta Robusti, hija de Tintoretto, de cuya abultada trayectoria artística sólo ha sido reconocido el lienzo Viejo y joven. Sauret afirma que, pese a que algunas “sucumbieron al dominio de padres y maridos", otras "trasgredieron las normas, aunque por hacerlo las tildaron de frívolas y vieron sus vidas censuradas”.
Contemporáneas de artistas como Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Rafael o Caravaggio, sus historias personales tienen mucho de superación. Isabel Sirani, autora de obras comoRetrato de Beatriz Cenci, falleció con sólo 27 años por una úlcera sangrante provocada por el estrés que le generó la cantidad de encargos que le pidió ejecutar su padre, según cuenta Sauret.
Otras, sin embargo, ejercieron el oficio de pintar como un “hobby”, afirma esta experta, quien cita como ejemplo a Anguissola, dama de compañía de Isabel de Valois, aunque también pintora reconocida del Renacimiento.
Propercia di Rossi, Diana Scultore, a quien un Papa le permitió firmar sus obras –algo insólito-, o Lavinia Fontana, pintora del siglo XVI, también gozaron de prestigio en vida. El caso de Fontana, comenta Sauret, fue especialmente significativo, ya que su marido cuidó de los once hijos que tuvieron para que ella pudiera continuar ejerciendo como artista. Su fama la alcanzó por especializarse en desnudos femeninos, aunque no en masculinos, dado que “ninguna mujer podía copiar en persona a un hombre sin ropa”.
Fede Galizia logró fama como bodeguista en el siglo XVI, lo mismo que Judith Leyster en el XVII, en su caso “por haber usado el foco de luz 50 o 60 años antes de que lo hiciera Latour”, dice Sauret, quien está convencida de que las mujeres “han tenido otra mirada” a la hora de pintar, lo que les ha llevado a “trabajar de un modo muy particular, por ejemplo, el autorretrato”. De hecho, a su entender este estilo pictórico desvela detalles reveladores sobre el modo en el que se veían a sí mismas: “Normalmente se autorretrataron leyendo, tocando algún instrumento o junto a sus maestros, pero no pintando, algo que invita a pensar que quizá tenían algún complejo al respecto”.
Otro de los temas que despertó su interés fue la fortaleza, que representaron a través de las historias de mujeres como Lucrecia o Judith. El mérito de todas ellas tuvo que ver con "haber logrado penetrar en la mirada de lo cotidiano, pero también del sentimiento”, concluye Sauret.
¿Por qué no hay mujeres en la Historia del Arte?
Fuente: CROMACULTURA
Autor: Natalia G. Barriuso
¿Por qué no hay mujeres en la Historia del Arte?
En los últimos tiempos, los estudios feministas nos han hecho ver la realidad con otros ojos. Investigadores (o quizás deberíamos decir investigadoras) de los más variados campos del saber se han preocupado por la situación de la mujer y de su historia, ofreciendo un nuevo enfoque y presentándonos una realidad hasta hace poco desconocida. Cosas que hasta ahora nos parecían incuestionables de repente ya no nos lo parecen tanto. Así, por ejemplo, cuando nos acercamos a la historia del arte no podemos evitar preguntarnos dónde están las mujeres.
En un primer momento, lo primero que pensamos es que no se conocen las mujeres artistas simplemente porque no las hubo. En una sociedad tradicional en la que la mujer quedaba relegada al ámbito doméstico y a las labores de crianza, no eran pocas las dificultades con las que se encontraba una mujer que quisiera algo diferente. En efecto, la sociedad transformaba a las mujeres en esposas y madres y esperaba que ellas cumplieran su papel con obediencia y sumisión. Sin embargo, hubo excepciones, hubo mujeres que lograron superar esas barreras, desarrollar una profesión y dedicarse a su vocación, aunque en ocasiones eso les supuso tener que renunciar a otras muchas cosas.
Entonces, si ciertamente hubo casos de mujeres creadoras, ¿por qué no se las conoce? Porque las mujeres no solo han tenido que enfrentarse a la sociedad machista de su tiempo, sino también a la sociedad machista de los tiempos que las siguieron y en esa lucha ya no han salido tan vicotoriosas (al menos hasta hace poco). El arte de las mujeres simplemente ha sido ignorado. La razón principal para ello es que se ha considerado, sistemáticamente, un arte inferior. Las mujeres artistas siempre han sido vistas como copistas e imitadoras, pero no como creadoras.
Cuando se pensaba en el arte de las mujeres se pensaba en el arte femenino como una categoría en sí misma. Es decir, por un lado estaba el ARTE (con mayúsculas) de los hombres y por otro el de las mujeres, al que se le atribuia unas características propias. Así, por ejemplo, el arte hecho por las mujeres era considerado dulce, suave, sensible, sentimental, etc., por el hecho de estar realizado por una mujer. Se creía que el arte hecho por mujeres tenía más en común entre sí, a pesar de la distancia temporal que las separaba, que con los creadores de su tiempo.
Pero ¿no influiría en todo esto las barreras impuestas por los hombres a las mujeres artistas? Lo cierto es que una mujer, una vez había decidido desarrollar su carrera artística, se encontraba con ciertas barreras insalvables. Por ejemplo, aunque podían acceder a las escuelas para formarse, hasta finales del siglo XIX tenían vedado el acceso a las clases de desnudo (excepto en alguna escuela particular). Privada de esta formación, la mujer se veía forzada a abandonar temáticas tan importantes como la mitológica y la histórica y limitarse al paisaje, los bodegones, las flores y el retrato. De este modo, los géneros considerados más importantes y los que permitían que un artista fuera considerado un genio, quedaban exclusivamente en manos de los hombres.
Debemos asumir que nuestra historia es una historia de hombres construida por hombres, que simplemente ha ninguneado a la mujer. Considerada inferior, la mujer parece que no merecía pasar a los anales de la historia. De este modo, aquello que estudiamos como laHistoria Universal del Arte, no es más que una mirada sesgada de la realidad, una mirada masculina, occidental, burguesa y basada en la genialidad individual. Desde luego no son pocas las revisiones de la historia que podrían hacerse.
Interesante artículo de la mujer en la Historia del Arte, con motivo del Día de la Mujer Trabajadora del 2004
Fuente: Biblioteca de la UNED
Con motivo de la celebración del Día de la Mujer Trabajadora, este año 2004 la Biblioteca de la UNED realiza una exposición bibliográfica centrando la mirada en la mujer como sujeto del arte. Las pintoras y escultoras han sido sistemáticamente presentadas en los manuales de historia del arte de una forma marginal lo que podría hacernos pensar que apenas habían existido, mientras que como objeto eran ampliamente representadas en cuadros, esculturas y demás manifestaciones artísticas de todos los tiempos.
Lo cierto es que sí ha habido grandes artistas pero no han sido reconocidas como tales ni valoradas por la posteridad. Muchas pinturas realizadas por mujeres fueron inicialmente atribuidas a varones, lo que indicaría que no hay diferencias objetivas entre el arte realizado por mujeres o por hombres, pero cuando se verifica que la autora es una mujer, baja mucho el valor económico y simbólico de la obra. Vamos por ello a realizar un breve recorrido por la historia del arte constatando así su presencia y los obstáculos a los que tuvieron que enfrentarse y superar para poder dedicarse a aquello que verdaderamente deseaban.
Según la tradición recogida por Plinio el Viejo en su Historia Natural, la pintura fue una invención femenina: la joven hija del alfarero Butades Sicyonius trazó sobre un muro el contorno de la sombra del rostro de su amado cuando partía para lejanas tierras.
El primer ejemplo documentado de una obra de arte firmada por una mujer se remonta sorprendentemente a la Alta Edad Media. Generalmente los artistas del medievo no firmaban sus obras y tampoco lo hacían los autores de los manuscritos iluminados, pero en el ejemplar del Comentario del Apocalipsis de Beato de Liébana que se conserva en la Catedral de Gerona (terminado en el 975) aparecen los nombres de Ende "pintora y sierva de Dios" (pintrix et Dei adiutrix) y del monje Emeterio.
En el siglo XV comenzó a producirse en Italia un cambio en la valoración social del artista, que se extendió luego por todo el Renacimiento y el Barroco. Los artistas empezaron a reivindicar que la pintura, la escultura y la arquitectura fuesen consideradas artes liberales ya que requerían una intensa actividad intelectual y espiritual que las alejaba del simple oficio mecánico y artesano al que estaban sujetas en la Edad Media con el sistema gremial. En este momento la formación de los artistas requiere conocimientos de Geometría, Física, Aritmética y Anatomía, disciplinas que no se incluían en la formación de las mujeres. Empieza a ser fundamental también la copia del natural y concretamente el dibujo del cuerpo humano desnudo, actividad por completo vedada a la mujer, quien, por otro lado, mantiene una absoluta dependencia del varón, accediendo a la profesión de la mano de un protector, un marido artista o un padre artista. En estos casos las mujeres reciben la formación en el taller familiar (Lavinia Fontana, Artemisia Gentileschi, Luisa Roldán). Si por el contrario pertenecen a la nobleza o a la burguesía adinerada (Sofonisba Anguissola), la formación humanística que se les proporcionaba incluía el aprendizaje del dibujo y la pintura al igual que la música, disciplinas que eran impartidas por maestros consagrados.
Otro aspecto importante durante el Renacimiento y el Barroco es el rechazo de los artistas al cobro de honorarios por la realización de su obra, ya que el trabajo remunerado era considerado un "oficio" indigno de caballeros. Así los artistas, para poder desarrollar su actividad, buscan la protección de la nobleza o la monarquía. En este sentido, la aceptación social de algunas pintoras se debió precisamente a que fueron damas de la corte como por ejemplo, Sofonisba Anguissola en la corte española y Levina Teerlinc en la inglesa.
El siglo XVIII fue una época de grandes cambios y grandes revoluciones. Durante la Ilustración se amplía poco a poco el campo profesional de las mujeres sobre todo en la enseñanza. La separación de los sexos y los diferentes programas educativos genera una mayor demanda de profesorado, preferentemente femenino, para las escuelas de niñas. Por otro lado, las clases acomodadas consideraban imprescindible en la educación de las jóvenes un cierto conocimiento de dibujo y pintura, así como de canto y música, por lo que muchas artistas se convierten en maestras de estas disciplinas acogiendo pupilas (Adélaïde Labille-Guiard).
A pesar de estos logros, la discriminación es manifiesta. Continúan las mujeres siendo mayoritariamente excluidas de las Academias y de los concursos como el prestigioso Prix de Rome.
Las Academias eran los lugares establecidos en la época para la formación de los artistas y el acceso a las mismas era controlado al máximo por los propios miembros que defendían así sus prerrogativas frente a otros artistas y sobre todo frente a las mujeres, restringiendo su incorporación o evitando su nombramiento como miembros de pleno derecho. Las mujeres que obtenían el privilegio de formar parte de las Academias (Angelica Kauffmann, Elisabeth Louis Vigée-Lebrun) tenían prohibida la asistencia a las clases de desnudo. Esto dificultaba el acceso a una sólida formación, que incluía el estudio del natural, de la que sí disfrutaban en cambio sus colegas varones. Por este motivo las mujeres no podían consagrarse a géneros como la pintura de historia o mitológica, que implicaban un conocimiento pormenorizado del cuerpo humano, viéndose obligadas a cultivar géneros considerados "menores" como el retrato, el paisaje o la naturaleza muerta, a la vez que se les cerraban las puertas del éxito ya que en los Salones y concursos eran especialmente valorados los grandes temas históricos o mitológicos.
Tampoco tenían la facilidad de sus compañeros para realizar largos viajes al extranjero que completasen su educación artística porque era impensable que las mujeres viajasen sin la compañía de algún familiar o se mostrasen solas en público.
En el siglo XIX crece el número de mujeres dedicadas al arte y se afirma en la sociedad la idea de la mujer artista, pero es un siglo de grandes contradicciones pues, si bien la mujer va adquiriendo derechos sociales, laborales, económicos, por otro lado el restrictivo modelo femenino victoriano relega a la mujer al papel de esposa, madre y ángel del hogar.
Continúan teniendo los mismos problemas para acceder a las Academias, pero surge otro tipo de entidades de carácter más liberal como las sociedades de artistas en general y las asociaciones de mujeres artistas en particular, que se crean para defender, sobre todo en este último caso, los intereses de estas mujeres instituyendo premios y bolsas de estudio, organizando exposiciones y luchando contra la discriminación de los organismos oficiales. También algunos maestros aceptan mujeres en sus talleres como el caso de Jacques Louis David pero hay cada vez más mujeres artistas que poseen un estudio propio (o compartido con otras compañeras), un espacio donde poder trabajar y donde las más famosas aceptan pupilas como el ya comentado de Adélaïde Labille-Guiard.
En la segunda mitad del siglo las grandes Escuelas de Bellas Artes comienzan a aceptar mujeres, pero aumentando para ellas las cuotas de inscripción y manteniendo la prohibición de copiar desnudos del natural.
Con la vanguardia artística francesa, proliferan en París los talleres y escuelas que mantienen contacto con los focos de la bohemia y alguno de los cuales abren aulas femeninas como por ejemplo el Estudio de Charles Chaplin (donde estudia Mary Cassatt) o la Académie Julian. El Impresionismo atrae también a algunas mujeres como Berthe Morisot o Mary Cassatt alumnas de Manet y Degas respectivamente.
Durante la primera mitad del siglo XX las mujeres se aproximan con entusiasmo al mundo de las vanguardias artísticas. Aparentemente las limitaciones que había sufrido la mujer a lo largo de toda la historia se habían superado: ya tiene acceso libre a las escuelas de pintura, pueden participar en exposiciones y concursos o copiar desnudos del natural, pero los prejuicios continúan instalados en la sociedad. Así vemos que las escuelas de arte están gestionadas por hombres, los críticos de renombre son hombres y los jurados de los concursos los componen hombres. La situación no ha cambiado mucho cuando el célebre fotógrafo Alfred Stieglitz debe defender el trabajo de su esposa, la pintora Georgia O’Keeffe durante la presentación de una exposición de la obra de ella.
Solo a partir de los años sesenta, con la consolidación del movimiento feminista y la lucha por los derechos de la mujer, se empiezan a realizar estudios que van sacando de las sombras a artistas de todos los tiempos, algunas de las cuales habían gozado de gran éxito en su época y demostrando la extraordinaria calidad de los trabajos de muchas de ellas cuyas obras eran a veces atribuidas a sus padres o maestros también artistas y, claro está, varones.
Como muestra de estas reivindicaciones, cabe señalar la realizada en 1989 en Nueva York por el grupo de activistas feministas Guerrilla Girls con carteles donde se leía: ¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Metropolitan Museum? Menos del 5% de los artistas de la Sección de Arte Moderno son mujeres, pero el 85% de los desnudos son femeninos.
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